Se debatía entre la luz y la
oscuridad. Unos días parecía más cercana a la acogedora y
esperanzadora luz, otros, en cambio, a la más fría oscuridad.
De vez en cuando oía voces a su
alrededor que le eran familiares, pero que su vacía memora no
lograba reconocer.
Hasta que un día, una cálida mano le
rozó la mejilla. No logró ver su rostro, pero sí escuchó su
hermosa y tranquilizadora voz:
-Abre los ojos, no te toca aún. Cuando
de verdad llegue el día, estaré a tu lado y te guiaré. Hasta
entonces, vive.
En calma, pudo finalmente hacerle caso.
Se encontraba en la cama de un hospital. Su madre lloraba a su lado.
Resulta que había logrado despertar de un coma en el que había
estado cuatro meses.
Jamás olvidó la cálida caricia de su
ángel de la guarda.