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jueves, 22 de agosto de 2013

  El corazón me late tan fuerte que de nuevo tengo la impresión de que se me va a salir del pecho de un momento a otro. Agua llega hasta los dedos de mis pies  por la suave cortina de lluvia que se ha formado a lo largo de toda la tarde en el cielo de la solitaria Nueva York. Aunque ya no estoy muy segura de si es la lluvia o son mis lagrimas.
  Aun busco con la mirada un destello lejano del rojo de su camiseta. Un par de trencitas rubias que se arremolinen a su alrededor, como si ella misma fuera el eje central del mundo. Una pequeña señal que devuelva mi universo al lugar en el que estaba, que explique el porqué de lo que han pasado en los diez minutos mas catastróficos de mi vida.
  Tal vez lo que realmente esté buscando son unos brazos que me consuelen, o alguien que me haga gritar de rabia, o una persona que me consuele y me haga gritar de rabia.
  Bajo mi mirada hacia mi móvil, y mis dedos engarrotados por fin cobran vida y deciden soltarlo a la acera mojada, incluso a pesar de que la chica que hay al otro lado del teléfono, ajena al mar de sensaciones de mi interior, sigue intentando hacerme entrar en razón.
  Es curioso. Es en los momentos mas complicados de tu vida en los que tienes la mente mas vacía que nunca. Como si la propia alma se expandiera dentro de ti, queriendo salir, hasta que lo es todo en tu interior.
  Una carcajada irónica sale de mi boca por propia voluntad. "
  Fallecida". Utilizaron la palabra "fallecida" para referirse a una persona tan colmada de vida, de energía y vitalidad que ni durmiendo perdía la sonrisa. Utilizaron "fallecida" con un tono de voz neutral propia de alguien que repite el mismo discurso todos los días, como si a mi me importara si ella lo siente o no.
  Oigo un chillido estrangulado a mi alrededor y me aparto, porque ese sonido desgarra lo mas profundo de mi interior y me rompe, y tengo que mirarme y tocar mi pecho para saber si aún sigue todo en su sitio.
  Es solo cuando mi garganta empieza a arder cuando me doy cuenta de que el chillido procede de mí misma, y recuerdo como con sus pequeñas manitas de niñita me acunaba el rostro cuando lloraba por la muerte de nuestros padres. Y recuerdo cuando me acarició el pelo el día que corte la cabeza de todas sus muñecas, como si tuviera que consolarme a mi y no a ella misma. Y recuerdo tantas cosas, tantisimas que por un momento es como si la tuviera a mi lado de nuevo. Sonriéndome y preguntándome si quiero jugar con ella al escondite.
  Y miro al cielo, a su lugar favorito de todo el mundo y me doy cuenta de que ninguna estrella la acunará esta noche ni le contara mil veces su cuento favorito, y lloro como no he llorado nunca, sintiéndome en la mas absoluta soledad.

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