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viernes, 4 de octubre de 2013

Sólo una solución.

Gritos en su cabeza, sollozos en su corazón.
Caminó descalza por por el pasillo, rozando con sus dedos la inmaculada pared, notando la manera en que los pedazos de un jarrón hecho añicos se hundían en sus delicados pies. Pero ella no sentía ese dolor físico, sentía uno aún peor, el de su torturada alma.
Finalmente llegó a su destino, el lugar donde pondría fin a todo.
Sus huellas ensangrentadas, a modo de macabro camino, conducirían a la persona que la buscara.
No, no la encontrarían viva.


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